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Entrevista a U Win Tin, padre de la democracia birmana

martes, 15 de febrero de 2011

Larga e interesante entrevista a U Win Tin, vista en El gran juego (I y II).
Sé que cuesta leer un  truño tan largo, pero merece la pena.
Las fotografías marcadas como C.S. son de Carlos Sardiña, autor del blog El gran juego.



U Win Tin en la sede de la Liga Nacional
para la Democracia en Rangún, fotografiado
por Carlos Sardiña el 13 de diciembre de 2010.
U Win Tin es uno de los dirigentes más destacados de la Liga Nacional para la Democracia (LND), el partido de Aung San Suu Kyi. A lo largo de sus ochenta y un años de vida ha sido un testigo privilegiado de la historia de Birmania, primero como periodista y después como político. Miembro fundador de la LND, ha pagado su compromiso con la lucha por la democracia con casi veinte años de cárcel, durante los cuales sufrió torturas y su salud se vio gravemente mermada. Sin embargo, la cárcel no logró doblegarle y, como él mismo nos cuenta, lo primero que hizo cuando fue puesto en libertad en septiembre de 2008, a los setenta y nueve años de edad, fue conceder entrevistas para denunciar las violaciones de los derechos humanos en las prisiones birmanas y la opresión que sufre su país.

A mediados del pasado mes de diciembre, un mes después de la liberación de Aung San Suu Kyi, tuvimos la oportunidad de hablar en la sede de la Liga Nacional para la Democracia en Rangún con este hombre afable y sereno acerca de su biografía política, la compleja situación política del país asiático y el futuro de la lucha por la democracia y la libertad en un momento histórico de enorme incertidumbre tanto para su partido como para Birmania en general. Ofrecemos a continuación la conversación.

Pregunta: En primer lugar me gustaría pedirle que se presentara a nuestros lectores y nos hablara de su formación, su vida política, etc.

Respuesta: Comencé a ejercer el periodismo desde que era muy joven. Trabajaba para numerosos periódicos y revistas y, entre 1954 y 1957, viví en Holanda, donde tuve la oportunidad de estudiar y aprender el oficio. Cuando regresé a Birmania trabajé para una asociación de periodistas y ocupé el puesto de secretario general del sindicato de periodistas hasta el golpe de Estado del general Ne Win en 1962. También impartía clases de periodismo, por lo que hice muchos amigos y formé a muchos reporteros. Ahora tengo 81 años y quedan pocos de mis antiguos compañeros de oficio. La mayoría de periodistas en activo son más jóvenes que yo, pero muchos de ellos fueron mis alumnos.

A los sesenta años era un periodista reputado. Escribí algunos libros y traduje otros al birmano y viajé a numerosos países. En 1988 se produjo una revuelta popular contra el régimen y se creó un sindicato de periodistas, en el que ocupé el cargo de secretario general. Todos los periódicos pertenecían al Estado y la mayoría de los periodistas trabajaban para el régimen. En agosto de aquel año Daw Aung San Suu Kyi regresó a Birmania y comenzamos a trabajar con ella. Era bastante popular, gracias a su padre, y se reunió con muchos activistas. Mucha gente quería que Daw Aung San Suu Kyi se dedicase a la política. Entonces no había partidos políticos porque, de hecho, durante un cuarto de siglo no había existido ninguna vida política. Muchos activistas de diversas profesiones (periodistas, abogados, médicos, etcétera) que nos oponíamos al Gobierno decidimos fundar nuevos sindicatos. Bastantes de nosotros nos reunimos en torno a Daw Aung San Suu Kyi y pasé a formar parte de su círculo íntimo.

P: ¿Por qué decidió unirse a Aung San Suu Kyi y su movimiento?

R: El punto de inflexión del movimiento se produjo el 26 de agosto de 1988, cuando Aung San Suu Kyi dio un discurso en la Pagoda de Shwedagon, en Rangún, al que acudió gente de toda la ciudad. Se calcula que fueron a escucharla unas quinientas mil personas. Era muy popular y aquel discurso enardeció a la población y supuso el despertar político de mucha gente. Entonces fundó un partido con dos antiguos generales del Ejército, U Tin Oo y U Aung Gyi, la Liga Nacional para la Democracia. Yo formé parte del partido desde el principio. Ella era la secretaria general y yo el secretario del Comité Central. Comenzó a viajar por todo el país para ver al pueblo y se reunió con mucha gente de diferentes nacionalidades. Su popularidad creció enormemente gracias a su inteligencia, su coraje y el nombre de su familia. Además, posee perspicacia política y es muy elocuente, su birmano es muy bueno. Al principio albergábamos algunos recelos, ya que había dejado el país cuando era muy joven y estudió en Inglaterra, y pensábamos que no sería demasiado buena pronunciando discursos. Pero habla un excelente birmano y tiene una gran capacidad para comunicarse con el pueblo.

Fundamos nuestro partido el 27 de septiembre de 1988 y lo registramos oficialmente el 30 de septiembre. Comenzamos a trabajar inmediatamente en nuestra línea política. A mediados de 1989, Aung San Suu Kyi se había hecho muy popular, la LND se había convertido en un partido muy grande e influyente y contábamos con el apoyo del pueblo, pero entonces el Gobierno encarceló a muchos de nosotros. Yo estuve en la cárcel casi veinte años y a ella la encerraron durante seis o siete años. Luego la volvieron a poner a libertad y después la volvieron a encerrar… y así hasta ahora. Desde 1989 hasta 2008, la mayoría de los dirigentes del partido hemos estado en la cárcel una gran parte del tiempo y algunos, como yo, todo el tiempo. El 23 de septiembre de 2008 me pusieron en libertad tras casi veinte años en prisión. Volví a unirme al partido y me pidieron que formara parte del Comité Central.

Sede de la Liga Nacional para la Democracia
en Rangún, 15 de diciembre de 2010 (C.S.).
P: ¿De qué le acusaron a usted exactamente?

R: La verdad es que no tenían ninguna acusación real contra mí. Se limitaron a decir que yo había “organizado la desobediencia civil, como Mahatma Ghandi en India. Lo único que hicimos fue proclamar que no podíamos aceptar el régimen, ni sus órdenes, leyes y regulaciones. Eso era todo. No hubo ninguna acusación formal propiamente dicha, se limitaron a encerrarnos en la cárcel. Así es como funcionan las cosas en este país. Por ejemplo, cuando pusieron en libertad a Aung San Suu Kyi, pronunció algunos discursos que enardecieron a la gente e hicieron que tomara conciencia política, por lo que volvieron a encerrarla de nuevo.

El Gobierno ha ejercido una presión enorme contra nosotros, como cuando, por ejemplo, en 2003, Aung San Suu Kyi y U Tin Oo estuvieron a punto de ser asesinados en Depaiyin. Tras aquella matanza [en la que murieron decenas de partidarios de Aung San Suu Kyi] la pusieron bajo arresto domiciliario, quitaron de en medio a todos los dirigentes del partido y cerraron esta y otras sedes, por lo que no disponíamos de ningún lugar para reunirnos. Sin embargo, todavía teníamos determinación política, por lo que pudimos sobrevivir y mantenernos a flote: los miembros del partido se reunían en cafeterías, en monasterios y a veces en sus propias casas.

P: ¿Cuáles son las demandas de su partido en este momento?

R: En abril de 2009 convocamos a los dirigentes de todo el país y redactamos la Declaración de Shwegondaing [pdf en inglés], que recibe su nombre de la calle en la que se encuentra la sede de la LND en Rangún. En ella exigimos cinco cosas: que el Gobierno reconozca nuestra victoria en las elecciones de 1990, mantener un diálogo político con la Junta para iniciar un proceso de reconciliación nacional, una revisión completa de la Constitución de 2008, la liberación de todos los presos políticos, que actualmente son más de dos mil, y la convocatoria de unas elecciones libres y justas con supervisión internacional.

En 2009 el Gobierno anunció que iba a convocar elecciones en 2010. El 8 de marzo hizo públicas las leyes electorales, en las que hay aspectos totalmente inaceptables. Según una de ellas, para registrar un partido hay que hacer una declaración de lealtad a la Constitución de 2008. Otra es la expulsión inmediata de las filas del partido de todos los presos políticos, lo que significaba que teníamos que expulsar a Daw Aung San Suu Kyi, U Tin Oo y a otros muchos dirigentes, algo que no podíamos hacer. Además declaró nulas las elecciones de 1990 y rechazaba sus resultados. En aquella ocasión recibimos un mandato del pueblo, por una aplastante mayoría de votos, para formar un Gobierno y un Parlamento, pero el Gobierno dijo que primero había que redactar una constitución. En 1993 nos unimos a la Convención Nacional que se creó para redactarla, pero al final la abandonamos porque en realidad no había ningún debate ni colaboración entre los partidos políticos; ellos hacían todas las propuestas y nosotros sólo podíamos aceptarlas. Así que a finales de 1995, cuando liberaron a Daw Aung San Suu Kyi, todos los miembros de nuestro partido abandonaron la Convención Nacional.

Las elecciones que se han celebrado recientemente no podían solucionar los problemas y la crisis política de Birmania, porque no fueron libres ni justas, ya que las leyes electorales no lo eran. Además, son un paso para que entre en vigor la Constitución de 2008, ya que se formará un Parlamento y éste ratificará la carta magna. Por estas razones nos negamos a registrarnos como partido político el 29 de marzo.

No sabemos que nos deparará el futuro, porque todo depende de la Junta militar. Estamos tratando de evitar un enfrentamiento, no estamos pidiendo a la gente que derribe al Gobierno. Lo que le estamos diciendo es que deseamos mantener un diálogo político que tenga como objetivo la reconciliación nacional. Eso es todo. Llevamos haciendo esa propuesta desde octubre de 1988, un mes después de nuestra fundación y hasta el momento no hemos recibido ninguna respuesta.

P: ¿Por qué cree que el Gobierno no responde a sus ofertas? ¿Cree que se siente lo bastante fuerte como para no necesitar dialogar?

R: La verdad es que no lo es. Ni siquiera la Junta puede mantener una postura inflexible durante demasiado tiempo, por eso ha tenido que introducir algunos cambios, ha creado un Parlamento, ha convocado elecciones, etc. Creemos que algún día tendrán que hablar con nosotros y entonces tendrá que haber un toma y daca. No vamos a contemporizar con ellos, pero queremos negociar y estamos dispuestos a hacer concesiones. Esa es la única manera de solucionar los problemas de este país. La población está sufriendo económicamente, físicamente, mentalmente. Las condiciones de vida son muy malas y la situación es insostenible a largo plazo.

Aung San Suu Kyi pronuncia un discurso
ante miles de sus seguidores en la sede de
la LND en Rangún el 14 de noviembre
de 2010, un día después de su liberación

(AP/Khin Maung Win).
P: Entonces, ¿cuál es la situación legal de la LND en este momento?

R: Ahora mismo no tenemos ningún estatus legal. Pero hemos declarado públicamente que somos un partido legal, en contra de lo que dice el Gobierno, porque nos registramos el 30 de septiembre de 1988. Sostenemos que aquella inscripción sigue siendo válida, por lo que no estamos dispuestos a reinscribirnos con las nuevas condiciones que impone ahora el Gobierno. La fecha límite para registrar legalmente el partido era el 7 de mayo de 2010. Tras ese día, el Gobierno dijo que se había disuelto el partido, por lo que se supone que somos un partido ilegal. Pero nosotros no lo creemos así y seguimos funcionando: tenemos unas trescientas oficinas en diferentes municipios de todo el país, disponemos de esta sede, contamos con Daw Aung San Suu Kyi, etc.

P: Birmania tiene algo más de cincuenta millones de habitantes ¿Cuántos miembros calcula usted que tiene la LND?

R: No lo sabemos con seguridad, no podemos conocer la cifra exacta. En 1988 y 1989 el partido tenía unos dos millones de miembros, pero ahora quizá seamos unas doscientas mil personas. No lo sabemos realmente ya que, por razones de seguridad, no podemos disponer de los nombres y datos de todos ellos. Pero tenemos sedes en todo el país y seguimos siendo el partido político más popular e influyente de Birmania. Por supuesto, en cada municipio conocemos a algunas personas que pertenecen al partido y participan en nuestras actividades, pero no sabemos a ciencia cierta cuántas personas militan.

P: Pese a haber sido declarado ilegal por el Gobierno, el partido continúa funcionando hasta cierto punto: esta sede está abierta, ustedes pronuncian discursos, hablan con la prensa, etc. ¿Por qué cree usted que el Gobierno les permite seguir adelante con sus actividades?

R: El Gobierno ha dicho que podemos convertirnos en una ONG o algo parecido y ha dado mucha publicidad a algunos miembros del partido que han declarado que deberíamos abandonar la política y dedicarnos exclusivamente a realizar obras sociales. Pero no podemos hacer eso: esto es un partido político, y además es el más popular del país, ya que ganamos las últimas elecciones libres con una victoria rotunda. Teníamos que elegir entre guardar silencio y esperar a ver qué hacía el Gobierno o mostrar que somos un partido político y actuar como tal. Finalmente hemos decidido continuar actuando como un partido político. Por supuesto que nos preocupa el bienestar del pueblo y organizamos actividades sociales, como labores de ayuda durante el ciclón Nargis o repartos de agua durante las sequías veraniegas, pero no estamos dispuestos a renunciar a nuestra identidad política, lo cual no deja de ser peligroso, ya que el Gobierno puede cerrar estas sedes y encarcelarnos a todos cuando quiera.

De momento no sabemos si el Gobierno nos deja tranquilos gracias al apoyo internacional que recibimos o están esperando el momento oportuno para arremeter contra nosotros. Quizá están esperando a que se haya formado el Parlamento y se haya instaurado el nuevo Gobierno para adoptar algún tipo de medida. No lo sabemos realmente, estamos esperando a ver qué ocurre. En cualquier caso, cuando Aung San Suu Kyi fue puesta en libertad quedó claro que cuenta con el apoyo de la mayor parte del país y de la comunidad internacional. Ahora es más popular que hace siete u ocho años. Está prohibido que se congreguen más de cinco personas en la calle, ya que se considera una protesta. Pero cuando Aung San Suu Kyi fue liberada el 13 de noviembre, se reunieron frente a su casa unas cien mil personas. Al día siguiente otras tantas vinieron a la sede de la LND. Eso muestra que su popularidad está creciendo y la gente la apoya, probablemente porque están hartos del régimen actual.

P: Aung San Suu Kyi dijo recientemente que si la gente quería ver cambios en este país, tendría que trabajar para el cambio. ¿Qué cree que puede hacer la gente corriente de Birmania por la democracia en este país?

R: Ella le ha dicho a la gente: Vosotros tenéis la fuerza, no dependáis sólo de la LND, de mí o del Gobierno. Debéis saber que vosotros tenéis la fuerza y podéis usarla política o económicamente. Cuando la gente corriente se dé cuenta de ello y aúne sus fuerzas, podrá exigir lo que quiera y conseguirá muchas cosas. Por otro lado, debe dejar de tener miedo, de ahí el título del libro de Aung San Suu Kyi: Freedom from Fear. Si la gente acopia el coraje suficiente y tiene ideas valientes, comenzará a luchar. Ya lo vimos en 1988, entonces el Gobierno socialista lo controlaba todo, no había partidos políticos ni periódicos, nada, y pensamos que la gente no se alzaría, que estaba dormida, pero se rebeló y hubo un gran movimiento. El gobierno reprimió brutalmente a la población y mató a muchas personas, pero la gente salió de sus casas a protestar en todo el país, en cada distrito, en cada pueblo. El 10 de agosto de aquel año, el Gobierno comenzó a disparar a los manifestantes, pero estos fueron valientes y continuaron saliendo a las calles, hasta que el 24 de agosto el Gobierno retiró a todas las tropas y asumió el poder otro presidente, que no duró más que diez días. El pueblo fue capaz de influir en el curso de los acontecimientos. Lo que creemos es que la gente está esperando y nosotros debemos darle ideas y animarla. Quizá algún día pase a la acción como hizo la generación anterior en 1988.

U Win Tin pronuncia un discurso
en la sede de la LND en Rangún,
el pasado 23 de diciembre
(AP/Khin Maung Win).
P: Birmania fue un día uno de los países más ricos del Sudeste Asiático. Después del golpe de Estado del general Ne Win en 1962, y tras casi cincuenta años de dictadura militar, aislamiento y una gestión económica desastrosa, se ha convertido en uno de los más pobres. ¿Qué políticas económicas aplicaría la Liga Nacional para la Democracia para mejorar su situación económica?

R: La economía es un asunto complicado y difícil. Los problemas económicos no se resolverán fácilmente; todo depende de numerosos factores, como las instituciones financieras, los recursos naturales, los países vecinos o la situación económica internacional. Habría que introducir muchas reformas.

Por ejemplo, en Birmania el cambio oficial es de seis kyats por dólar, una cifra absurda. Para atraer el dinero del extranjero, crearon un sistema de dos niveles: por un lado está el cambio del mercado, en el que un dólar equivale a unos mil kyats, y por otro el oficial. Para los ingresos que percibe el país, el régimen utiliza el cambio oficial. Si el Estado ingresa un millón de dólares, el gasto público debería ser de mil millones de kyats. Pero el Gobierno aplica la tasa de cambio oficial, dice que el país ha ganado seis millones de kyats y esa es la cantidad que destina al gasto público. El resto del dinero, 994 millones de kyats, va a parar al ejército, a la construcción de cosas como Naypyidaw [la nueva capital, construida en 2005 en medio de la selva] o se lo quedan directamente los militares y sus amigos y lo ingresan en bancos de Singapur. Eso ha estado sucediendo a lo largo de los últimos treinta años y ha empobrecido enormemente al país.

En cualquier caso, no se puede arreglar la situación económica de la noche a la mañana. Es preciso controlar el proceso o se corre el riesgo de que suceda algo similar a lo que ocurrió en Rusia cuando colapsó la Unión Soviética. Uno de los mayores problemas es que el Gobierno no invierte lo suficiente en el mantenimiento de las infraestructuras públicas. Los precios de los productos agrícolas son inestables. Otro problema es que muchas empresas constructoras se apropian de las tierras que pertenecen a la gente, como en el Estado Kachin o el Estado Mon, en el que se adueñaron de 400 hectáreas para construir una fábrica. La gente que trabajaba la tierra no puede hacer nada cuando los amigos del Gobierno se la arrebatan. Como puede ver, hay que reorganizarlo todo: la economía, el comercio, la agricultura, etc.

P: Aung San Suu Kyi ha dicho que el partido está dispuesto a reconsiderar su postura sobre las sanciones internacionales y estudiar si es necesario pedir una retirada de las mismas o fortalecerlas. ¿Qué opina usted de ese tema?

R: Es algo que tenemos que hacer. Las sanciones internacionales son muy útiles para nosotros, pero la población está sufriendo. Esa es la razón por la cual Aung San Suu Kyi quiere estudiar el asunto y escuchar a la gente. En su mayor parte se trata de sanciones selectivas cuyo objetivo es el Gobierno militar, pero tendremos que comprobar que no estén causando sufrimientos a la población. Si es así, pediremos a los gobiernos extranjeros que las revisen.

P: ¿Usted cree que cuando Estados Unidos o la Unión Europea aprueban sanciones contra el régimen realizan un estudio adecuado de la situación para ver cómo esas sanciones pueden afectar a la población? Se lo pregunto porque hay casos en los que han perjudicado más a la población que a los generales. Por ejemplo, cuando en los años noventa Estados Unidos impuso una serie de sanciones a la industria textil y miles de personas perdieron sus empleos.

R: Ese tipo de cosas sucedieron hace algunos años, cuando comenzaron a imponerse sanciones a mediados de los años noventa. Muchos trabajadores fueron despedidos como consecuencia de algunas de ellas. Pero eso ya no ocurre porque ya no se imponen ese tipo de sanciones, ahora son selectivas y están dirigidas únicamente contra el Gobierno y los grandes empresarios vinculados a la Junta. Por supuesto, el Gobierno quiere que se levanten esas sanciones porque les están afectando; sus cuentas y las de sus familias están bloqueadas en muchos países, incluso en algunos bancos de Singapur.

P: En caso de que abrieran el mercado a los inversores extranjeros, correrían el riesgo de que esquilmaran los recursos del país y se llevaran todos los beneficios, como sucede en tantos países del tercer mundo, ¿cómo cree que podría evitarse eso?

R: Trataríamos de encontrar la manera de controlar las inversiones extranjeras. No puedo decirle cuál es la solución porque no soy economista, pero tenemos un ejemplo anterior en la región, cuando en 1996 el señor George Soros invirtió en Tailandia, Vietnam, Singapur, Malasia e Indonesia y la economía de esos países colapsó al año siguiente. No fueron esos países los que precipitaron la crisis económica, sino los inversores extranjeros. No podemos permitir que algo así vuelva a suceder. Sabemos que si abrimos nuestra economía dispondremos de más recursos procedentes de la economía internacional, habrá más inversiones, etc. Pero incluso si no contáramos con suficientes inversores extranjeros, podríamos mantener la economía con nuestros propios recursos, por ejemplo gracias a nuestras reservas de gas. Ahora no hay información disponible sobre los presupuestos estatales, pero se dice que los beneficios oficiales del comercio con el extranjero ascienden a unos cuatro millones de dólares anuales, lo cual no es mucho. Sin embargo, se calcula que sólo con la venta de gas a Tailandia, China o India, los generales obtienen unos ocho millones de dólares y son ellos los que se quedan ese dinero. Como puede ver, las cifras no cuadran. Este es un país pobre, pero la situación no es tan desesperada como la de otros países del tercer mundo: aquí la gente puede alimentarse y sería posible salvarlo si se introdujeran los cambios necesarios y las políticas económicas se aplicaran con transparencia.

El nuevo parlamento birmano en
construcción, fotografía tomada
en Naypyidaw el 6 de febrero de 2010

(AP/Khin Maung Win).
P: Me gustaría hablar de las relaciones de Birmania con sus vecinos, especialmente con Tailandia. Se habla a menudo de las relaciones con China, pero las relaciones con Tailandia no son menos importantes. ¿Qué cree que debería hacer Tailandia con respecto a Birmania, especialmente en el asunto de los refugiados e inmigrantes birmanos que viven allí?

R: Creo que nuestras relaciones con Tailandia son aún más importantes que las relaciones con China. China es un gran país, pero la mayor parte de nuestros contactos se limitan a las zonas rurales occidentales más pobres y menos desarrolladas. Aunque sabemos que el mercado chino puede ser muy grande, no tenemos demasiadas esperanzas en él. Pero nuestros contactos son mucho más fáciles con Tailandia. La frontera entre ambos países es muy extensa y bastante porosa. Tailandia es un país mucho más desarrollado que el nuestro, dispone de abundante tecnología procedente de Occidente, una industria fuerte, etc. Además, su población es mayor que la nuestra, por lo que podría ser un buen mercado. Puede proporcionarnos trabajadores cualificados, ya que está industrializado, y por otro lado necesita nuestros recursos naturales.

Hay muchos refugiados birmanos en Tailandia debido a la guerra en nuestro país. El Gobierno tailandés no puede tratarlos demasiado mal porque se supone que es un país democrático, hay presión internacional y muchas organizaciones internacionales trabajan allí. Lo que más nos preocupa son los inmigrantes. Hay más de un millón de inmigrantes birmanos en Tailandia. No pueden volver todos a Birmania, muchos están allí desde hace más de diez años y han tenido hijos allí. Por otro lado, tenemos ciertas responsabilidades con esa gente en lo que respecta a sus derechos políticos, laborales y humanos. En Tailandia no les tratan demasiado bien. Incluso si se produjera un cambio político en Birmania, no podríamos absorber a todos los inmigrantes que viven en Tailandia, pero si nuestro país se convirtiera en una democracia, o al menos fuera semidemocrático, sería más fácil trabajar con Tailandia sobre estos asuntos que con China.

P: ¿Cree usted que China estaría dispuesta a tolerar un gobierno democrático en Birmania?

R: No, no lo creo, especialmente a la luz de lo sucedido en los últimos veinte años. Cuando nuestro partido ganó las elecciones de 1990, el embajador de China vino a nuestra oficina a darnos la enhorabuena. Por aquel entonces los chinos habían hablado alguna vez con la Junta militar, pero esta sólo llevaba dos años en el poder, su control del país era mucho menor que ahora y la relación entre ambos gobiernos no era demasiado estrecha. En aquel momento los chinos pensaron que Birmania podría llegar a convertirse en una democracia. Desde entonces, desde que el régimen encarceló a Aung San Suu Kyi o U Tin Oo, los chinos han cambiado su manera de pensar y no hemos tenido ningún contacto con ellos hasta ahora. Aung San Suu Kyi fue puesta en libertad el 13 de noviembre y al día siguiente se reunió con varios diplomáticos en la sede del partido, entre ellos un funcionario de la embajada china, pero no el embajador, como hace veinte años. Entre la visita del embajador en 1990 y la de ese funcionario hace unas semanas no hemos tenido ningún contacto con China, no hemos recibido ninguna invitación, nada.

Ahora la Junta militar birmana es prácticamente un títere de China, que tiene muchos intereses económicos en nuestro país, sobre todo el gas, y una ruta de acceso bastante corta al océano Índico, lo que también es importante desde el punto de vista militar. India, Rusia y Estados Unidos también consideran el Índico una zona estratégica clave. Birmania es muy importante para China y ahora puede ejercer un control enorme en la Junta militar, así que no creo que les guste demasiado la idea de que haya una democracia en este país porque podría perder sus privilegios. Es más que probable que en ese caso mejorasen enormemente las relaciones del Gobierno birmano con los países occidentales, algo que China no vería con buenos ojos.

El general Than Shwe, jefe de Estado de la
Unión de Myanmar, y Wen Jiabao,
primer ministro de China, se reúnen en Pekín

el pasado 9 de septiembre (AP/Feng Li).
P: Me gustaría preguntarle por la cuestión de las diferentes nacionalidades, de los diferentes grupos étnicos. Aung San Suu Kyi ha hecho un llamamiento para convocar una segunda Conferencia de Panglong entre los dirigentes de las diferentes etnias. ¿Cuál sería en principio la posición de la Liga Nacional para la Democracia en esa segunda Conferencia de Panglong?

R: Esa es una cuestión muy antigua. Los militares llevan muchos años en el Gobierno y desde principios de los años sesenta consideran que un Estado federal significaría la disolución de la Unión y el final del dominio de la etnia birmana sobre las demás. Tienen una mentalidad chovinista y piensan que los birmanos son superiores culturalmente a las demás etnias, que es el ejército birmano el que debe mantener el control del país y que con un estado federal no podrían controlar a todas las nacionalidades. Bogyoke [el general] Aung San, padre de Aung San Suu Kyi, fue el que concibió la idea de un estado federal para Birmania en 1947, cuando se redactó la Constitución y se celebró la Conferencia de Panglong en febrero de aquel mismo año. Entonces Aung San les dijo a los líderes de las demás naciones que habría que imponer el modelo federal para que los todas las etnias se unieran a los birmanos en su lucha por la independencia. Pero Aung San fue asesinado aquel mismo año y, catorce años después de la independencia, un golpe de Estado militar acabó con la democracia, por lo que se desechó esa idea y los birmanos asumieron todos los puestos de responsabilidad en el Gobierno y en el ejército.

Si se implantase un sistema federal habría siete estados (Chin, Kachin, Mon, Karen, Karenni, Arakan y Mon), además de un estado birmano, que sólo sería uno más, todos ellos con los mismos derechos políticos. En 1961 hubo un movimiento liderado por los shan que abogaba por ese modelo federal. El ejército tuvo miedo, pensaba que era una idea de Occidente, y en 1962 dio un golpe de Estado y tomó el poder. Lo que hizo entonces fue aceptar los siete estados de las minorías, pero en lugar de crear un estado birmano único, lo convirtió en siete divisiones diferentes (Sagaing, Tenasserim, Irrawady, Pegu, Magway, Mandalay y Rangún). De este modo había siete divisiones frente a siete estados, con lo cual la etnia birmana tenía el cincuenta por ciento del poder y no una octava parte. Esa organización se ha mantenido hasta ahora, pese a que las otras naciones no la aceptan. Nosotros también pensamos que esa forma de gobierno no es adecuada. Mientras los birmanos tengan demasiado poder, habrá luchas armadas y la paz será imposible. Otro problema es que la mayoría de los recursos naturales del país se hallan en los estados, como por ejemplo en Arakan, pero están controlados por el Estado central.

Otra cuestión es cómo podemos organizar esa conferencia, algo que será enormemente difícil. Esa es la razón por la que Aung San Suu Kyi ha hablado no sólo de una segunda conferencia de Panglong, sino de una conferencia del siglo XXI. Lo que quiere decir es que no podemos reunir a toda la gente en Rangún, en el Estado Shan o en cualquier otro lugar para debatir y hacer una declaración común ya que los militares no nos lo permitirían. La idea es utilizar la tecnología de este siglo para que las diferentes nacionalidades que viven en las regiones fronterizas o las montañas debatan en Internet.

En febrero de 1989, Aung San Suu Kyi pronunció un discurso durante un viaje por el Estado Shan, en Mobye, en el que propuso una segunda Conferencia de Panglong, pero al Gobierno militar no le gustó la idea. La constitución aprobada en 2008 recoge la organización en siete estados y siete divisiones y otorga todos los poderes al Gobierno central y las fuerzas armadas. Esa es la razón por la que los partidos políticos de las diferentes nacionalidades aceptaron la idea de Aung San Suu Kyi y el Congreso Nacional Chin hizo una declaración pública el 24 de octubre, antes de que pusieran a Aung San Suu Kyi en libertad, en la que pedía a todas las nacionalidades que participasen en una nueva conferencia, una declaración que nosotros también firmamos.

El Gobierno piensa que nos estamos enfrentando a él y nos acusa de intentar instaurar un nuevo gobierno o un parlamento federal, pero nosotros desmentimos las acusaciones. Lo que estamos haciendo es tratar de resolver el problema de las nacionalidades en Birmania. Es necesario aceptar la idea de un Estado federal. Hay dos características principales de ese tipo de estado: la igualdad entre todas las nacionalidades y la autodeterminación. No la autoadministración, sino autodeterminación, lo que significa que tendrán sus propio parlamento y su propio gobierno y podrán decidir qué es lo que desean. Es algo parecido a lo que tienen en Estados Unidos, donde Hawái, por ejemplo, es un estado pequeño, pero hay otros como California muy grandes y eso no importa porque todos tienen los mismos derechos políticos. Es un tipo de organización perfectamente factible.

P: Aung San Suu Kyi ha pasado catorce de los últimos veinte años en arresto domiciliario y hay quien dice que podría haber sido más útil si hubiera aceptado salir de Birmania y luchado por la democracia desde el extranjero. ¿Qué opina de ese tipo de argumentos?

R: Nosotros creemos que no es un argumento válido. El ejército controla Birmania desde hace más de cincuenta años, por lo que no hay demasiadas personas que puedan liderar al pueblo. Míreme a mí, por ejemplo, ya tengo más de ochenta años y cuando me detuvieron tenía sesenta. Las cárceles birmanas no son como las europeas; en las cárceles europeas uno sólo pierde su libertad, pero tiene las necesidades cubiertas, las condiciones son soportables. En las cárceles birmanas, por el contrario, tratan a los presos como animales. La gente no está dispuesta a hacer el sacrificio de ir a la cárcel porque, además, cuando una persona es encarcelada, su familia se enfrenta a numerosos problemas. Por eso respetan tanto a los políticos que si están dispuestos a hacer ese sacrificio.

Aung San Suu Kyi habla con una de sus
seguidoras frente a la sede de la LND en

Rangún el pasado 16 de diciembre (C.S.).
La mayoría de los líderes son incapaces de inspirar y animar a luchar a la gente. Aung San Suu Kyi es la única persona con capacidad de liderazgo y a la que, además, el pueblo está dispuesto a seguir. Durante el régimen socialista, no había ningún tipo de estímulo político, no estaba permitido leer libros sobre política ni debatir temas políticos, por lo que había muy pocos jóvenes a los que les interesara la política y no surgieron demasiados líderes. Yo, por ejemplo, he sido un periodista bastante conocido, he trabajado mucho y he estado en la cárcel, lo cual me ha granjeado cierta fama y algo de influencia política. Muchos jóvenes y mucha gente mayor me admiran porque salí de la cárcel cuando tenía ochenta años y desde el primer día comencé a reunirme con los medios de comunicación, a criticar duramente al Gobierno y a defender la democracia y los derechos humanos. Pero no tengo demasiados seguidores. Quizá sea un líder, y estoy decidido a serlo, pero hay poca gente dispuesta a seguirme. Mire a U Tin Oo, que fue el jefe del Estado Mayor del ejército, un hombre honesto que lleva treinta años fuera del ejército y ha trabajado mucho para la LND; tiene la inteligencia y la voluntad política necesarias para liderar a la gente, pero no hay mucha gente dispuesta a seguirle.

De momento, Daw Aung San Suu Kyi es la única persona capaz de liderar a la gente gracias a su inteligencia, su reputación, el nombre de su familia, su capacidad para pronunciar buenos discursos o los sacrificios que ha hecho. Podría volver a Inglaterra y tener mucho dinero fuera de Birmania, por el premio Nobel, por ejemplo, pero no puede poseer nada aquí. Si saliera del país, podría hacer cosas útiles, por supuesto, podría viajar a Estados Unidos o a Europa y pronunciar discursos en los parlamentos nacionales o en la ONU, pero puede hacer muchas más cosas para la gente aquí, dentro del país.

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